Demasiada distancia -para cruzarlo-
demasiado lejos –me digo.
Y sin embargo allá voy.
El aire abre sus vías y de sus entrañas
salen rastros de algo
que se ha llenado de ausencia,
y los cuervos encadenados a su hambre
devoran todo lo que sale
de esa boca precaria
que aún espera el sentido de sus voces.
¡Quien dice que voy solo!
-quien se atreve a decir que estoy solo-
¿Acaso no ve la lluvia?
¿Y las hojas muertas abriendo el camino?
¿Y esta piedra que me da descanso?
¿Y las raíces de este árbol
sobre el que me recuesto
y me da su sombra?
¿Y el aire que refresca mi memoria?
La muchedumbre que pasa, cada uno
con sus sentidos cortos,
a paso lento, ensimismados,
cada uno de ellos ahorcados en silencio
y todos ellos como una multitud oscura.
¡Ellos sí parecen que están solos!