Que tus cautivantes ojos esmeraldinos sean los míos,
y cuéntame ya, virgen ardorosa, si acaso parpadeo,
sacro momento de santificar tus alienígenos bríos
entibiando el gris mármol de Carrara del blanco mausoleo.
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Dime hermosa princesa si caigo en turbulentos delirios,
al azul intento de conmover con el beso tus encierros.
Es que no llega aún la primavera. Se marchitan los lirios,
loco escaneo de quejosos balidos de nuevos becerros.
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Áridas disrupciones azotan las inclemencias del alma,
circulares vértigos ahuyentan la bondadosa cordura,
vaivenes mentales, jalones de la antigua y herida calma.
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No hay médico que salve las pulsiones de mi hierática estampa
ni esa tijera quirúrgica de experta manicura
pero … ¡Yo te veo! Se exilia el agobiante último fantasma...