La noche tiende su manto negro
frente a los ojos del poeta,
y un hondo lamento
trae consigo la desdicha suya,
su reclamo no llega al aposento de Dios,
se transfigura
en el doble filo de una espada;
la vida y la muerte llegan entonces
como una tentadora melodía
a sus oídos necios, a su desventura.