Tuve una vez,
una amiga,
su voz era el silencio,
su mirada era la incertidumbre y sus
palabras eran las horas de mis días.
La amistad que me ofrecía era
intangible, ajena al tacto,
nunca pudimos abrazarnos;
era un gran sacrificio
el no poder correr a su brazos.
Paciente, me esperaba cada
vez que me iba,
a pesar de las largas demoras
ella con calidez me recibía,
pero la soledad y el desgaste
de los días hizo estragos,
su voz se quebranto y sus palabras
distantes y frías.
Un día, ella se rindió conmigo
y partió,
quise buscarla pero fue inútil,
ella se había ido,
parte de mí con ella marchó.
Tal vez un día ella vuelva,
mi amiga, esperanza.
Espero que vuelvas
algún día.
-Isaac Reyes