I.
No es el reflejo de la luna sobre un párpado
aún caliente el obituario de la noche,
ni la tempestad que roza los labios del ayer,
ni la luz que resuena al final del viento.
II.
Busco entre la niebla de barcos naufragados
otra noche herida, que sangra de dolor.
Todo lo empaña la sangre, sí, todo lo empaña.
Yo tengo otras heridas que ocultan cicatrices
que el tiempo no ha cubierto,
que gustan de sobrevivir a la intemperie.
III.
Escucho el vuelo de gaviotas,
que va declinando más alla de mis ojos,
sobre este camposanto de mares interiores,
donde los cuerpos languidecen como la hoja caduca.
Ahí está mi casa, llena de corrientes de aire.