Anne Black

MeditaciĆ³n

 Aquí vamos de nuevo, buscando a mi musa por doquier, indagando en lo mas profundo de mi ser. Meditando un poco acerca de mis sentimientos y encuentro que estoy en modo automático, en la nube de la nada y tocando apenas la nube de emociones que estallan tan rápido, provocando confusión en todo lo que toco, veo y pretendo.

Aquí vamos otra vez, perdiendo tinta en vano, suspirando con la mirada fija al techo, como si esperara ver de repente algo que despierte mi inspiración; los segundos pasan y continúo con la vista clavada a una pared de cemento vieja y con la pintura salpicada a causa de lo mismo. Y entonces cuestiono mi persona y comienzo a sentirme identificada con ella, tengo la sensación de estar desgastada, arruinada a punto de querer restaurarme. Siento que tristeza no es, alegría tampoco, ¿preocupación? Mmm... no, mi corazón dice que no, mi rostro seco coincide con él y sin darme cuenta con la música bajita, cierro mis ojos y puedo oír a mi mente, comprender que disfruta como yo la melodía, el ventilador tirando aire justo en mi cabeza, el piso frío me aleja del calor infernal allá afuera. Y aunque el día aparenta ser bonito, prometiendo una noche fresca, de esas que invitan a uno a caminar bajo la luna, observar las estrellas en el mientras tanto, mis deseos de seguir recostada en el piso me resulta satisfactoria, quedarme aquí hasta dormir me parece un plan exitoso y sin lugar a la duda un momento pequeño de tranquilidad. Pues sin notarlo el tiempo hizo lo suyo y la alarma sonó dando a entender que la clase de yoga a terminado. Me levante de mala gana, porque aún quería estar perdida en la pared con la pintura salpicada, porque el reloj corría velozmente, pero de igual forma agradecí, y respondí a su pregunta de cómo me había sentido. Coordinamos la siguiente clase y me fui.