Fue su cariño veloz quimera
como las aves que van de paso;
quizá deseo, quizá un acaso
lleno de efluvios de primavera.
Era su encanto la gran lumbrera
como los rayos de regio ocaso;
donde brillaba, del gran Parnaso,
luz que alumbraba mi vida entera.
Ella exaltaba con su hermosura
grande delirio desconocido,
lleno de fuego con dulce exceso.
Hoy que la vida tan cruel y dura
deja mi ensueño desvanecido,
¡solo me queda su tierno beso!
Autor: Aníbal Rodríguez.