Sentarse al borde de algo
que está muy cerca del suelo,
no asusta.
(Tal vez ni te hagas daño al caer)
Pero la altura de verdad...
esa que se ve lejana
cuando tienes los pies
al nivel del pensamiento alienado
y miras hacia arriba,
esa altura, invita...
seduce, te llama,
te acaricia con su atrevido viento
y el vaivén de la cornisa.
El fin de todo,
a un solo paso de distancia,
quizá...