Junto a la entrada
mi cabeza giraba
de las heridas nocturnas,
varado el cierzo .
Mi lengua lamía
la sombra ígnea,
que de los cristales
se escurría por entre
fisuras de hiedra
El perfume a arsenopirita
surgía y evaporaba sobre
la rejilla del mechero bunsen
crepitando, exposición solaz.
Desazonado, las ventanas
abiertas de par en par, hasta
que el aire emulsionó los pétalos
del cuarzo rompiente violeta
En la probeta, los pensamientos
hervían, lúgubres pesadillas,
amargas realidades, oquedades
La ebullición evapora, y solo
el residuo estéril aparece libre
para depositarlo inerte,
sobre la orilla del mar, meciéndose
¡Allá deje, el opaco sedimento!