La primera, por la Alegría,
deseando que te acompañe
hasta el final de tus días.
La segunda, por la Amistad;
ese regalo invaluable,
cuando es sincero en verdad.
La tercera, por la Salud
física y mental, por cierto,
que ambas vayan de la mano
en la mente y en el cuerpo.
La cuarta, por la Prudencia,
para hablar cuando precise,
y callar cuando se deba.
La quinta, por la Fortuna;
porque a veces también cuenta
el azar, la buena suerte,
en la causa se entreveran.
La sexta va por la Paz,
que reine adentro y afuera
de tu espíritu y tu mundo;
que puedas vencer la guerra.
La séptima que te envuelva
de noble Sabiduría,
del claro discernimiento
para rechazar lo malo
y distinguir lo que es bueno.
La octava, por la Riqueza
material e inmaterial;
el dinero no hace daño
si en el bien se suele emplear.
La novena, por la Entereza,
para saber cómo actuar;
ser justo, noble y consciente,
con temple e integridad.
La décima trae consigo
la fuerza de Voluntad,
el poder de no rendirse
incluso en la adversidad.
Ya la undécima se asoma
casi en la recta final,
con su carga de Esperanza
que nunca debe faltar.
Y por último he dejado
la que sin duda es mejor:
la uva que representa
la fortaleza mayor.
Esa, que mueve la sangre,
La que hace brillar al sol.
Que nunca falte en tu vida
lo que es del mundo el motor,
el sentimiento más grande
¡que es la fuerza del Amor!