Danny McGee

DE AQUÍ A LA ETERNIDAD.

DE AQUÍ A LA ETERNIDAD. 

Vuelve a mirarme. Vuelve a decirme aquellas dos palabras que nos trajeron a este instante, y dime qué pensabas aquel día de la playa que a mis labios te entregaste. 
Vuelve a hacer el gesto que encendió desde el principio a mi joven corazón y dime si lo nuestro no es algo que el divino supo darnos a los dos. 
¡Qué día más hermoso!: Un beso... y el aplauso de las olas que abarcó toda la playa: yo aferrándome a tu boca, tú a la mía conectada. 
¿Te acuerdas? Una y mil veces me dijiste no es posible y hasta ahora estamos juntos tomados de la mano. 
Han pasado muchos años (es indiscutible). Sin embargo yo te miro y me acuerdo de tus labios, de los besos que nos dimos y que aun, amor, nos damos. 
Te sonrío. Tus pupilas, tus mejillas no han cambiado para mí, ni ha cambiado tu sonrisa que me ha hecho tan feliz. 
Hoy volvemos a la playa cargando con más años, mirando en las arenas el pasar de los caminos y el hondo de las huellas del amor correspondido, amor que en cierto día me llevó para tu casa (siendo aquella noche la que nunca olvidaría), sintiendo que serías mi siempre enamorada y yo tu enamorado por el resto de tu vida. 
Y es que tú no sabes cuánto yo deseaba estar contigo. No sabes ni del llanto que lancé al perderte luego, sabiendo que otro hombre llegaría a tu destino y que de él sería el hijo que yo soñé en silencio. 
Te casaste, fuiste madre, me alejé de tu camino. Y dejé de lamentarme navegando hacia el olvido. 
Te hiciste de otra vida y yo hice la que pude. Y a pesar que lloraría, terminé por olvidarte: me olvidé de tu perfume que era solo poesía y del claro de tu imagen que mis labios esculpían. 
Pasaron muchos años (unos largos treinta y algo). Y un día, de milagro, recibí un mensaje tuyo. Simplemente nos juntamos. Hablamos del pasado: de tus cosas y las mías: ya te habías separado y vivías con Elías (el hijo de tus ojos y de toda tu sonrisa). 
Nos vimos varias veces. Nos juntamos en mi casa, pero fue un día en la tuya el que yo no olvidaría, sintiendo que serías mi siempre enamorada y yo tu enamorado por el resto de tu vida. 
Por fin sentía mías tu belleza, tus pupilas, tu silueta, tus cabellos, el sabor de tu sonrisa, y el camino hacia la dicha esperada por los dos.  
Fuiste mía. Fui tu amor. Fuimos ambos caminantes de la más bella estación, la que a todos los amantes enamora con perfumes o con siete u ocho querubes escogidos por el sol. 
Nuestro amor fue una pasión, una historia desbordada, iniciales que tatuadas se quedaron en la arena, un canto de esperanza que rompiera las cadenas y un sol que despertara derribando las estrellas. 
Hoy estamos nuevamente caminando por la playa: nos miramos a los ojos tomados de la mano, sabiendo que los años han pasado por la espalda. Tus pupilas, tus mejillas no han cambiado para mí: el amor que no termina nunca va a tener un fin.
Yo te sigo contemplando con aquellas dos palabras que dejaron un \"te amo\" extendido por la playa. Y te vuelvo a dar un beso y otro más te vuelvo a dar,  esperando nos amemos de aquí a la eternidad.