Amo y emperador del Todo, también lo fue
de incontables días aciagos y
de infinitud de flores marchitas.
Nunca dejó de buscar otros reinos
más propicios y amables.
Sus esfuerzos, sin embargo, siempre
fueron vanos. Pocos llegaban,
si acaso, a ser una mínima ilusión,
a ser un espejismo más… Todos inalcanzables.
Agotado, decepcionado… decidió abandonarlo todo.
Quiso ser el nuevo emperador de Nada.
Ahora, sí que es feliz. Se ríe sin parar de todo,
y no echa de menos Nada.