El ocaso de un poeta
Sobre las plumas de fuego,
la voluntad yace inerte
y en el umbral de la vida
hay caducos dinosaurios
que prosiguen en la brecha
en pugna contra la muerte.
Con aspecto trasnochado
veo al poeta esconderse
tras el humo de un cigarro,
quiere escribir y no puede,
las musas le abandonaron,
le dejaron las mujeres
ya por viejo y marchitado
y los perros se enfurecen
cuando pasan por su lado.
Es un poeta maldito,
lleva un estigma en la frente
y en sus ojos luce un brillo
de Quijotes de otros tiempos,
que olvidaron que el destino
solo le da a los valientes
un gran dolor en el alma
y un hoyo en el camposanto.
Ante un volcado tintero
con un mirar circunspecto
derrama el poeta un llanto
y angustiado cara al cielo,
pregunta por qué y por cuanto
le durará este tormento.
Mientras tanto en algún bar,
perdido en el extrarradio,
probará a mojar su pluma
en algún tintero extraño.
Zoyla M. Herche