Alberto Escobar

Ojalá pudiera...

 

Si me preguntas con qué materiales trabaja lo tengo claro: con lápiz y misterio sobre papel, porque el misterio es una sustancia que mancha y nunca acaba de secarse.
—Míriam Reyes sobre la poesía visual de Óscar Sanmartín. 

 

 

Abro los ojos,
es de mañana,
los rayos despiertan,
la ventana se levanta
y la claridad alumbra la habitación.
Frío, las calles inician su trajín,
los coches no tienen espera
y el semáforo aguarda un verde que no llega. 
Abro la puerta de la cocina,
los platos vacíos, el horno sin leña,,
la tostada que todavía es pan
y el aceite se derrama sobre la encimera.
Recuerdo cuando poblabas esta estancia,
la escarcha cayendo a borbotones en enero,
algún tequiero se escapa por entre mis ramas,
alguna sonrisa, alguna caricia permanecida
entre los dedos...
Silencio.
La mañana —salvo algún mueble arrastrándose
arriba— es silencio continuo, es eternidad
que se eterniza hasta hacer caer las manecillas,
es tardanza, un segundo que se hace horas,
un pensamiento que se remansa en la cabeza
cual un río sin mar. Es mirar tu foto, en el salón...
Despierto del letargo, debo volver a la realidad;
el trabajo espera su turno y me visto raudo.
Salgo pitando que el autobús no para,
el chofer me desea feliz año y le contesto no sé. 
Miro por la ventana y la vida sigue —hasta su mar.
Entro en el despacho con sonrisas y confeti
y una alegría enlatada en frases muertas. 
El jefe me abraza y me dice al oído que mire 
cuánto me ha subido el sueldo—es una sorpresa.
Todo sigue igual, la rutina cumple su guion.
Todo en su sitio.
Todo cambia para que nada se mueva, como siempre.
El año que viene os cuento por estas fechas
—ojalá pudiera...