Joseponce1978

La inocua competencia de los pinos

Si se plantan 2 pinos pequeños sin dejar demasiada separación entre ellos(unos 3 metros, aproximadamente), crecerán más rápido que si plantamos uno solo. El pino no tardará en detectar que hay uno de su misma especie cerca, y sabe que si remolonea en su crecimiento y el de al lado se esfuerza más en dar el estirón, no tardará en quedar ensombrecido por él, y por lo tanto, si ves a uno de los 2 que comienza a aventajar en altura al otro, éste dedicará todo su empeño por ponerse a su altura cuanto antes en su inusitado afán por acaparar con su copa el máximo de rayos solares posible. Ninguno de ellos se fijará en el de al lado para crecer más. Son ellos mismos quienes se ponen diariamente el listón para intentar absorber con sus agujas el mayor número de lúmenes posible, sin pararse a pensar que el otro se pueda llevar los primeros rayos del alba. Pero sí es cierto que si alguno de ellos se duerme en los laureles y le deja al otro demasiada ventaja, luego lo tendrá crudo para poder alcanzarle. No se suele dar este caso con mucha frecuencia. Se trata, por lo tanto, de una competencia sana, sin ningún tipo de malicia; una sinergia luminosa y vinculante. No consiste en una lucha por ensombrecer al de al lado. Ninguno de ellos despierta una primavera cualquiera pensando en ponerse de puntillas para inclinarse sobre su vecino y superarlo en grandeza hasta ensombrecerlo. De ningún modo intentará rodear las raíces del otro con las suyas para absorber el agua que caiga alrededor y secarlo a conciencia. Sus raíces se pueden entrelazar y aunando esfuerzos escarbarán en busca de la gota más esquiva.

Las raíces de los pinos tienen olfato de tiburón, y al igual que el escualo con la sangre en el agua, son capaces de detectar un grano de tierra húmeda entre un millón de granos secos, y trepanarán cualquier muro en pos de llegar hasta él. Introducen el extremo filamentoso de su raíz por el poro rocoso más ínfimo y al ensanchar, ejercen una presión capaz de reventar los obstáculos más graníticos.

En un pacto de savia no escrito, no es extraño verlos cooperar extendiendo sus raíces en direcciones opuestas,  y cuando uno de ellos encuentra una corriente de agua subterránea, señalando con su rama principal le indicará al otro la dirección correcta, y ambos emprederán una huida sin descanso hacia el cielo.