Alberto Escobar

Eliminemos la cópula.

 

Leibniz se preguntaba por qué hay algo más bien que nada...

 

 


Ya lo dijo el sabio:
Entre nosotros,
entre tus ojos y los míos,
entre tus intenciones
y las mías hay algo.
¿Qué puede ser ese algo?
Vete a saber, pregúntale
a los vientos por si en las olas
de sus mares sobrevuela una botella
donde se contenga el misterio.
Vete a saber si son fuerzas
que por de signos contrarios se atraen,
o es que tu cuerpo, al posarse cerca del mío,
ejerce una gravitación difícil de contrarrestar.
Sea lo que fuere, el caso es que si merodeas
mi estancia las alarmas se encienden.
Si fuera un perro, al verte, mis orejas
se pronunciarían como antenas,
sintonizarían con tu sustancia y harían amalgama,
y buscarían tu emisora para escucharte de mañana,
y enterarse a través de ti de qué pasa en un mundo
tan siniestro y mágico como este. 
Vete a saber que será lo que media
entre tu piel y la mía, quizá que el colágeno
que les da elasticidad se entremezcla
en una química inédita, no escrita en ningún
sesudo tratado publicado hasta la fecha,
hasta este instante, en el que la fusión lugar tiene,
ahora, sobre la superficie de una sábana exhausta
de tanto amor incomprendido, de tanta pasión
que espera desaguadero en la próxima alcantarilla. 
Ya lo dijo el sabio y te lo canto ahora: entre tú y yo
no caben cópulas ni preposiciones.
Escribamos a partir de ahora «tuyo»
como sinónimo de tu y yo, sería lo correspondiente.
Eliminemos esa «y» que nos impide la cópula.