Galante, muy romántico y poeta,
disfruta del placer de la conquista;
sus ojos se convierten en saeta
si mira alguna dama bien provista.
Camina bien erguida su silueta
igual que los galanes de revista;
portando blanco lirio en su chaqueta,
de amores se convierte en catequista.
Sonriente, muy labioso, y con soltura,
sus labios siempre tienen la palabra
que encanta, que enamora y que seduce.
Por ello, las mujeres, con locura
permiten que su cuerpo siempre se abra,
a tórrida pasión que un beso induce.
Autor: Aníbal Rodríguez.