Intuyo que no existe
el tiempo,
pero las Perseidas
lloran inútilmente
en cada despedida
de los hijos de la Diosa,
cuyo amor acumulado
expande infinitamente
el universo.
Con el alma apagada
se me estrechó el corazón
en la garganta,
y una niebla negra
con sonido de sirenas
chillaba en mi cerebro.
La tristeza de mi mirada
buscaba la Rosa de
los Vientos
para nunca olvidar
el camino de regreso.
No quise decirlo,
y pensé en mañana contigo.