Criatura obscena y peregrina
a la deriva vas,
abatida,
a ninguna parte con tus labios rojos
y malvados.
¡Solo tus pechos! -hembra ineludible-
Es un cuartel voraz que me estruja
en el silencio
de un ascendente fuego;
¡Solo tus manos! -criatura voluptuosa-
Lo arrancan y hacen caer
a mi corazón
sobre las plácidas hojas de tus pies;
Abeja amante en su cetro de miel,
soga del patíbulo
donde me pierdo
y me tragan las fosas de tiempo muerto.
Quédate para siempre en mi costado
-paloma de los vientos-
con el infierno de tus húmedos labios
y sus infatigables juegos,
volando sobre los ríos de mis deseos
y mi cándida ternura;
Quédate cuando estas convaleciendo
al borde de tu sombra
y tu corazón tenga ganas
de irse hacia el abismo;
Llévate mis manos que olvidan a su cuerpo
cuando el viento frío y afilado
se sube sobre tus alas.