Al pasar se me antojan que tus ojos de plata
con hastío infinito me perfumen el viento,
que al ardid del deseo la sofisma escarlata
me suspire al oído como slipmat contento.
Pues, también se me antoja la fanfarria del mundo
y llevar en los labios la sonrisa ideal;
unos besos muy dulces con eón sitibundo,
unos besos muy suaves sobre un sincio final.
Por ahí he escuchado que en un día florido
alojaste las penas al entibo perfecto,
y con copas de vino mascullaste al olvido
el sinsorgo domado bajo un mismo dialecto.
Me dijeron que siempre con las ansias y antojos
has buscado salida con razón y motivo,
y al deseo le ruegas el placer sensitivo
al que pueda sumarse la pasión de los ojos.
Tú que buscas lo mismo, yo te ofrezco un espacio
donde un siome recuerda lo mejor del camino:
ya verás las estrellas de este cielo divino
aplaudir al gorjeo de tu pelo tan lacio.
Bajo un ritmo sin fondo se acelere el proceso,
tu vestida de andrajo, yo con ojos muy rudos ,
¡qué se enciendan los poros al estruendo de un beso
y qué reine el deseo en los cuerpos desnudos!
Samuel Dixon