Me seducen tus miradas,
Y las palabras que se amparan,
En la oscuridad de tu silencio,
Me seduce la lluvia que te baña,
De dulce brillo y escarlata,
Y también el abrigo de lana, que se roba mis abrazos;
Me seduce tu perfume,
Con ese aroma que me obliga,
A cerrar los ojos y a retener eternamente,
Ese olor, muy a ti,
Me seducen tus cabellos,
Cuando oscuros son la noche,
Iluminado por mil estrellas, de rocío tan nocturno;
Me seduces con tu andar,
Y las huellas de tus pisadas,
Que descalza has sembrado, en toda tierra virgen;
Me seduce tu sonrisa,
Y el rubor intacto de tus labios inocentes;
Me seduce recordarte y pensarte en las mañanas,
E imaginar que despiertas entre mis brazos,
Después de cada noche,
Cobijada entre mis sábanas;
Me seduce la historia de tus manos,
Y cada flor y remanso que hayan tocado,
Me seducen las líneas y los surcos de su piel,
Porque en ella dejaron huella,
Los pétalos y la arena acariciados,
Y unidas en rezo tus manos son…
Como una rosa virgen,
Que seduce al sol de las mañanas.