Te asomas por la ranura de la noche,
con un semblante frío, como de sueño reciente,
tus ojos inconfundibles, rozando las sombras,
como rasgando las telas de la melancolía,
observando la escarcha que dejó el destino.
Te asomas, con tus pupilas congeladas,
como el grito de abandono que deja la tormenta,
en el abismo insondable de la soledad y la nostalgia,
cual tiniebla indignada de la negrura naciente.
Surges, como el evangelio sonoro del viento noroeste,
que indaga las aves en su vuelo imponente,
arrinconándolas en las piedras donde se abandonan y entregan,
contemplando la nada, el pasado y la ausencia.
Brotas entre las manos que envejecen con el tiempo,
como esperando la estrella que te marque el camino,
gritando al corazón, espera, espera,
aún no se evapora el crepúsculo,
aún perdura la vida.