A tus pies
Arrodillado ante ti,
besé tus pies,
dedo a dedo,
hasta diez.
A tus pies,
nació la esperanza
y probé la miel
que brotó de tu alma.
Entre copas y vinos,
mis labios y manos
palparon tu cuerpo,
tesoro y edén divino.
Estuve en tu ser,
acariciando tu piel
sonrojada, que amé.
Al besar tus pies
consagré mi sumisión
a tu ser y fui
rehén de tu honor.
Entonces demostré
que mi amor
era sincero,
que mi interés,
eras tú, cielo.
Más aquel atardecer,
te fuiste de repente
y yo, sin entender
el porqué, volé.
Hoy recuerdo
los instantes de amor
de los dos,
como aquella cena
entre velas,
donde lucías
tu rizada cabellera,
bella silueta,
pletórica primavera.
Miiradas y brindis
por nuestras estelas,
a tus pies, dama eterna,