Soneto espejo IX
El tiempo y la distancia son factores
presentes como sombras de nuestra alma,
no aumentan ni despliegan los temores
se encargan de ayudarnos con su calma.
A veces parecemos desertores
buscando un escondite tras la palma,
a veces solo somos infractores
robándonos un rostro y una talma.
El tiempo y la distancias son divinos
manjares que ponemos en la mesa
y que abren la apetencia de la suerte
glotona insatisfecha de destinos,
realza una plegaria con promesa
del ánimo cansado al comerte.
Que sabia la ventura y que inocente
pues colma de quietudes y emociones
en todos los momentos de la vida;
que tonta la apariencia cuando miente
diciendo que lo escrito son canciones
compuestas por un ser que las anida.
Resulta que el destino es la vagancia
de toda decisión que fue oportuna
habiéndola tomado cual substancia
de cultos y rituales a la luna.
La suerte no es ni tiempo ni distancia
digamos que tan solo es la fortuna
de lucha que enfrentamos con prestancia
llevando a nuestra boca una aceituna.