Llega despacio, espantosa
y negra como la noche.
Si es de día, o medianoche,
siempre llega… ¡tenebrosa!
No se trata de una cosa
y por tanto, no es un coche.
Del dolor hace derroche
y el alma pone llorosa.
Tiene un punto de partida,
tiene un punto de llegada,
con su corva da una herida
y la deja muy sangrada.
No da tiempo a despedida,
cuando llega agazapada.