Entre tanto guijarro de la orilla
no sabe el mar
en dónde deshacerse.
—El mar sigue adelante. José Emilio Pacheco.
El aire parece hielo.
Llueve, ha llovido, y la cara del cielo
sigue triste —en breve llorará de nuevo.
Mientras escribo miro a la derecha.
A través de la ventana el ojopatio
se divisa gris, un gris ceniciento recortado
por tendederos rendidos al peso del agua,
calando de improviso las ropas.
Algunos cordeles tiemblan —eso me parece.
El que está pegado a la pared frontera
vibra cual si una mano ausente lo meciera,
como si un viento transparente quisiera
hacer dormir la sucesión azul de pinzas
y prendas que lo pueblan, y con una nana
impronunciada fuera a darles sueño y quietud.
Miro atentamente cómo una camiseta malva
cobra vida hasta desprenderse del presidio
inútil de su pinza y emprendiera un vuelo
gravitatorio hasta el siguiente cordel, algo abajo.
Un rayo solitario de sol me está sorprendiendo
ahora; inunda la habitación de energía
y hace que el patio reverbere vida nueva, inédita.
El ventanal del lavadero del octavo recibe
por completo ese rayo, el resto nos beneficiamos
de una luz vicaria, restante, pero suficiente
para insuflar en el espíritu algo de esperanza.
Si sigue así las ropas van a recibir el abrigo
necesario para enjugarse y hacerse merecedoras
de la doblez que se precisa para ser guardadas
en sus respectivos armarios y aparadores, ojalá.
El aire, que al principio del escrito parecía triste,
ya afirmaría que no lo es tanto, va recobrando
aunque sea levemente la alegría que es característica
en mi tierra, donde la luz es pincelada permanente
en cualquier paisaje que podamos pensar, es enero.
Se ha ido otra vez, miro de nuevo al ventanal
del octavo solicitando en silencio que vuelva,
que el reverbero anterior se reedite hasta la saciedad,
necesito que mis calzoncillos se sequen
antes de darles clausura en el primer cajón. ojalá.
Ya vuelve otra vez. Este vaivén me desconcierta
y me despierta una curiosidad con la que no contaba.
Que la batalla del astro contra la nube
se decante en favor del primero —ahí lo dejo.