El cautiverio espiritual
de este mundo impetuoso,
donde la sangre murmura
en cada revolución,
la cuadratura del círculo,
entre divina y humana,
da solidez y firmeza
a las fuerzas etéreas,
que, con sentido cósmico
purifican la estética
y la elevan, renacida,
hacia el cielo crepuscular.
Los sueños, envueltos
en un trance lúcido
de vínculos eternos,
prevalecen en el subconsciente,
trazando un leve esbozo
de símbolos ancestrales
hacia la tierra prometida.
La indivisible eternidad
de mística aureola,
como reflejo de la luz exterior,
engloba la totalidad del tiempo.
Con inspiración revelada,
los presagios de los profetas,
en un discurso sin orden
disipan la ignorancia
en el horizonte del hombre.