La lágrima alegre
Érase una lágrima que quería ser de alegría,
se desvivía por cantar y bailar de contento,
esperaba el momento para saltar de los ojos con portento,
y danzar un vals mejilla abajo con dulce armonía.
Paseaba remolona por la blancura de los ojos, así se entretenía,
siempre atenta a la escucha de noticias sin lamento,
“¡Qué os cuenten un chiste de un huevo frito o un pimiento!”
insinuaba a sus orejas confidentes con gran simpatía.
Y un buen día le llegó lo que tanto quería,
nervios y neuronas cargadas con un frenesí de evento,
poniendo músculos y miembros en jocoso movimiento,
los órganos sensoriales anunciaron que les tocó la lotería.
La pupila no tardó en hacerse grande, ancha, lo que más podía,
para alertar a la lágrima la locura que se desató en el momento,
la lágrima se infló de jolgorios, cogió carrerilla y aliento,
se asomó al párpado para sobrepasarlo y nadie ni nada se lo impedía.
La lágrima llegó al pómulo zapateando de gozo tal cual se merecía,
mas de pronto el mundo se desplomó cruento,
de tanta alegría el corazón se detuvo, se tornó duro como el cemento,
y la lágrima alegre se fue resecando de pena, sintió que también moría.
José Ángel Castro Nogales
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09/01/2023