….rasgando el silencio.
Y los ojos de esa gata
que nos miraba
en silencio
como tratando de adivinar
la dinámica
de nuestros cuerpos.
Su próximo movimiento.
Miraban si,
no entendían
pero parecían inquietos.
Se esforzaba por entender
los quejidos mezclados
con los….te quiero,
que para la hora ya no importan.
Si eran pocos o muchos,
cálidos o fríos,
eran solo un ruido
que terminaban rasgando
el silencio.
Al que haya dicho
que en el amor
el tiempo no cuenta
confirma solo
que le faltó estar enamorado.
Pues, no hay nada
más tierno
que lo esperen
al llegar
con un café
y, un….te quiero.
Amor mío.