Ben-.

Luz de día-.

Soy de altas copas y árboles frondosos

en mi pecho se esconde una multitud de pájaros

y las luces del día enmarañado, no quiero luz

altiva o de neones putrefactos, prefiero la lluvia

calando mis pezones. Si he de elegir, prefiero

a cualquier lecho de rosas, la corteza de un pino.

El pájaro carpintero de mi alma no desaparece

y su repiqueteo y su constante vitalidad hacen las delicias

de mi espíritu aventurero. Soy de lugares fijos, inamovibles,

y leo cuando me apetece, aunque sin hacer mucho caso.

Me conmueven los vuelos rasantes de las palomas

y en ellas encuentro un cimiento bueno para mis propósitos.

Me ejercito casi continuamente lejos de las viviendas opacas,

sobre una roca extiendo mis rodillas agotadas por el viaje

y viajo nocturnamente la mayor de las veces.

Escucho la voz de mi alma repetida en los senderos

soy del siglo una vieja reliquia guardada en aposentos ocultos

donde florecen más los cerezos y el amor no es banal ni ridículo.

No sé vivir un mundo medido, constreñido a unas pocas fórmulas

en que se aclara su enigma y su misterio en palabras de un científico.

He de encontrarme lejos cuando se agoten las reservas del invierno

me hallarás cerca de los nichos y las bóvedas naturales de los ríos-.

 

 

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