Es verdad que tengo el alma herida
mi espíritu divagando en un sueño.
Mis manos son abismo.
Mi voz desnuda los distantes astros
perlas azules perdidas
en los pliegues ausentes de mis manos.
Mi alma se evapora en cada suspiro
evocando las huellas del pasado
en vano otorgo vida a la cenizas
de este otoño enajenado.
He vestido los corales
con la escarcha de mi llanto
con el desdén y la infamia
de aquel gris ocaso último de mayo.
¡Perdí la dicha de tus ojos claros
y el dulce bálsamo de tus labios!
¿Qué debo hacer si tú me haz olvidado
si tu clara imagen sigo adorando
si a pesar de la distancia
mi boca muerta te sigue nombrando?
Abrazado a esta melancolía
que como mortal sigo llamando años.
Un vago recuerdo a ti me sujeta
al ver florecer los tristes castaños.