Mirada de lejano, incierto, punto,
que nos hizo palpar dolor y viento,
la brisa percibía el contrapunto
y asomó su clamor como instrumento.
Con el río plasmó la claridad
y pintó con el cielo dulces ojos
que se funden acuosos con frialdad,
era el agua, seduce los cerrojos
hasta dejar de luz tan sólo un hilo.
Ay dolor, no podemos más fingir,
el tiempo llora, abraza sobre el filo,
tus padres aprendemos por vivir,
y abrazamos más fuerte la distancia,
con ardor, y el color libre de infancia.