Aquel perfume
de miel y de lavanda
te entusiasmó.
Ojos cerrados,
el alma soñolienta
y tú en el cielo.
Así te vi
y pude contemplarte
desde el silencio.
Porque yo estaba
oculto entre las sombras
de tu conciencia.
Iba contigo,
estaba en tus sentidos
y tú en los míos.
Nada te dije
y nada comentaste
de todo aquello.
Como dijimos,
\"nos sobran las palabras\",
y era verdad.
Yo me quedé
oliendo tu perfume
en tu recuerdo.
Y reviví,
momentos de otras tardes
en compañía.
Cerré los ojos
soñando con tus labios
una vez más.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/01/23