Me Quedo Aquí IV
Como el mar travieso y bravío,
sólo me queda la diáspora,
o la orfandad de la huérfana luz,
que atraviesa mi desdén frívolo,
y con un hálito desvarío,
me quedo aquí,
pues, en el altercado frígido,
se pierde al sol en tormenta,
cuando la luz es eficaz en la oscuridad,
me quedo aquí,
pues, en el tiempo y más en el ocaso,
o en el ígneo del sol,
se pierde el desastre en el mismo desenlace,
como el percance de dar una similitud,
se gana en desgana una sola verdad,
me quedo aquí,
si en el tiempo y más en el ocaso,
llega el anochecer y su álgido viento me ofrece,
pues, en la piel se siente el frío,
y el calor también,
he aprendido una cosa,
y es que el tiempo no pierde tiempo,
y que el destino es incierto,
como el porvenir en desatino,
he aprendido una cosa,
y es que el sol es la luz universal,
como que el destino es gélido,
¿cómo es posible?,
que sea frío y calor a la vez,
he aprendido una cosa,
que el tiempo sea fracaso,
como en el ocaso un certeza,
y con una franqueza,
se gana en lo que se pierde,
con un hálito sorprendente,
me quedo aquí,
pues, en verdad que he saltado,
he brincado a la cúspide,
donde se siente el alma de Dios,
pues, en verdad que el reflejo del espejo,
se gana en desgana,
se pierde por perder,
pero, no soy pan de nadie,
ni de mi trigo una cosecha,
sino que tiempo al tiempo,
y como una sola insistencia,
la gran ausencia,
de creer en el combate,
de dar una sola impoluta verdad,
me quedo aquí,
y como en el trance de lo imperfecto,
como el comienzo con terminar,
cuando es infinito el tiempo,
no deseo que las piedras,
sean alfombra a mis pies,
sino un trampolín para correr,
avanzar y desenfrenadamente ir más lejos,
me quedo aquí,
pues, en el destierro u ostracismo,
se me pierde el alma,
en tierra ajena,
como en el tiempo una sola franqueza,
y jactar la risa,
es irrumpir en el destino,
como en el desenfreno una sola mala suerte,
que no me hace frenar cuando sólo quiero ir,
correr y volar lejos,
sólo me pierdo en el cielo,
como hoja en otoño,
y como lluvia en el suelo,
no soy escoria de nadie,
no soy huésped de nadie,
no soy templo de nadie,
no soy zapata de nadie,
no soy virilidad de nadie,
sino fuerza, ambición y codicia,
sino mar impetuoso,
sino cielo abierto,
sino como la Tierra húmeda,
que va forjando más suelo,
y como una sola tempestad,
como la linda libertad,
en que se gana en desgana,
una sola salvedad,
una salvación,
una pasión,
una tentación,
y un pecado forjando el desaire,
como la aventura,
en una sola tortura,
o en una locura,
sólo dame el reflejo,
y sólo como un solo viejo,
yo seré si me quedo aquí…
Por: Srta. Zoraya M. Rodríguez
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