De: Florentino Aiza
Para: Fermina Daza (Su diosa coronada)
Te vi caminar entre la muchedumbre
con la gracia sutil de la primavera,
juvenil fragancia, fresca, nacarada,
de azucenas rosas vestí tu nombre.
Seguí los pasos que dejaban tu sombra
seguí la luz blanca de tu dulce aliento.
Ojalá sintieras lo que siente mi alma
al verte florecer bajo del almendro.
Tu voz, sonido de azules mariposas
que llegan a mí de los lejanos cielos.
Heme aquí, hecho de mis promesas rotas
de sueños de mi madre, de tristes versos.
¿Pero qué puedo yo ofrecer a una deidad
de tan singular belleza, en mis sueños?
Tan sólo tengo un atardecer del faro
hojas de blancos tulipanes de invierno.
Busco en las notas de la melancolía
símbolo inerte que persiste al olvido,
en las añoranzas nuevas de cada día
reescribir entre renglones del destino.
Si tú me das vida entre tus labios, muero.
Si me abrigas en el estío de tu pecho
oír el tañir del antiguo campanario
quizás venceremos la noche del tiempo.