Cuando el ocaso llega, el Alma se posa en un éxtasis
de tranquilidad cordura humildad y silencio, en espera
de la partida de su mejor amigo, el tiempo.
Se fue, incienso perfumado,
espaciado rincón de golondrinas
con dudas y lamentos cotidianos,
integro e indomable
con un dejo de pasión emancipada,
con un halo de nostalgia
y aroma de magnolias y Jazmín.
Era suyo el universo
blanco negro azul rojo inmenso
que asemeja un semáforo
reteniendo eternidades por surgir.
Nunca dijo nada, no habló ni opinó
solo pasó y continuó maduro etéreo
como una musa que aconseja,
como el gorrión que canta nítido
en el claroscuro del horizonte
que despierta entre dolor de ocasos
y nuevo amanecer.
Se fue sin decir adiós ni tan siquiera
escribir entre las páginas
del entendimiento
cuál era la consigna doblada en su bolsillo
en este mundo que gira imperturbable
entre el ayer y el hoy, entre silencios
aferrados a su voz
que nunca dejo escuchar,
tan solo el silencio lo comprendió.
En cierto modo me dejó ser, me dejó
llegar a la esquina
entre las calles ocultas de la duda,
me dejo bañarme de mi mismo
sin interrumpir, dejó
que me impregnara de su adiós
para que hoy no lo extrañara
y permitió a mis manos
acariciar la luna de madrugada
entre sabanas que arroparon al amor,
entre deseos continuados
para después, secreto vertical y cierto,
partir.
Autor…reh