¡Ay!, ¡si el sol se muriera un día,
como aquel día... de melancolía!;
en que a la hora del alba
perdí a la que más quería.
¡Ay!, ¡si el sol se muriera un día,
como aquel día... de melancolía!
Se nublaron mis ojos,
¡no veía por dónde iba!,
todo era oscuridad
a pesar que amanecía.
No se veía luz
al mirar al horizonte,
¡qué amanecer sombrío
en los campos y en los montes!
No le deseo a nadie
sentir la angustia que me invadía,
al saber que el amor más grande
ante mis ojos se me moría.
Y por eso al mismo sol
le invadió la melancolía:
¡Ay!, ¡si el sol se muriera un día
como aquel día por la pena mía!
xE.C.