Arrebolado,
mirabas a lo lejos
desde la playa.
El horizonte
dejaba ver los barcos
que navegaban.
Y en uno de ellos,
pensabas que vendrían
algunos sueños.
Eras un niño.
Gozabas todavía
con tu inocencia.
Y es que la vida
latía diferente
para ti solo.
Eras el héroe
de cuentos y leyendas
que tú leías.
Por eso mismo
buscabas caracolas
tras las resacas.
Y hasta sirenas
veían en las olas
de vez en cuando.
¡Divina edad
con años que pasaron
y que no vuelven!
Pero el recuerdo
lo guardas y compartes
con quien tú quieres.
Rafael Sánchez Ortega ©
16/01/23