Siento un vacío helado
una cuerda tensarse y deshilarse,
el vientre me da vueltas,
y el tiempo se recrea en mi quebranto.
De nuevo los fantasmas,
los miedos, los temores, las ausencias...
los ruidos, los aullidos, los silencios.
de nuevo en el alero
vacilando al borde del abismo,
tropezando en las piedras del destino,
enredado en las redes del recuerdo.
Ha llegado el invierno
aunque todos pretendan ignorarlo
y estoy de nuevo en la pendiente,
resbaladiza, helada, pedregosa,
de nuevo acecha el desaliento
con las fauces abiertas.
Me dejé las manos a girones
trepando por la roca
enredado entre zarzas hurticantes
y sierpes venenoas
llagué mis pies y destroce mis dientes
mordiendo matorrales y matojos
pero nadie esperaba en las alturas
y mi esperanza se esfumó en la niebla.
Ahora me arrastro de nuevo hacia la sima,
el cuerpo magullado y lacerada el alma.
Soy un fardo de huesos y miserias
que se despeñan allende el infinito
arancándole chispas a las rocas,
un zombi descarnado
que se retuerce entre hielos y pedrizas
sin fuerzas, sin destino y sin mañana.