Ando de noche por la luna.
Por todas las carreteras se me inundan
la tierra y los planetas, que giran cual
cabeza loca y desasosegada. En mi propia
cabeza, la lengua se hace densa, se espesa.
Y pernocta en cualquier lugar, mi dura osamenta.
Voy dentro de todas las casas, de todas las opuestas
viviendas: de aquellas más abandonadas, entro y hago
luz de linterna. Sus telarañas pendulares me regocijan,
soy un extraño al que visitan las arañas y pequeñas escolopendras.
Ando, sí, descalzo por todo el amor del mundo-.
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