Aunque camino fresco y decidido
lo hago en silencio, reanudando la marcha
a cada tramo, en un sepulcral mutismo.
Escucho los rigores del invierno: el viento,
la escarcha, el laúd invertebrado de los caparazones
ya abandonados y desvanecidos. No es mi memoria
demasiado vieja, todavía recuerdo el verano
y el otoño pasados. No es mi mente un espejismo
ni un espejo donde deposito flores a los muertos:
honro sólo su memoria y después parto hacia lugares
distintos. ©