*
En esta tarde de sombra
de lluvia, granizo y viento,
hay un rumor de cristales,
tintados de sentimientos,
que pugnan por ver la luz,
que, sin sentirlos, los siento.
Es a tí que me dirijo,
porque yo solo no puedo;
es tu voz la que me exige
libertad en tierra y cielo.
Por éso te pido, ven
y habla por mí, compañero.
Tú, que te encierras en mí
gritando desde el silencio.
Tú, que eres puño cerrado;
tú, que palpitas por dentro;
refréscame la memoria
e irrígame nuevos verbos
que canten a la justicia
del hombre pobre del pueblo
con espíritu inflamado
que abrase en lenguas de fuego
a los ladrones del alma,
a los árbitros del juego.
Huya el trueno a la garganta
y desborde por mis versos.
*
Decidme, poetas todos,
¿dónde se abre cruel el cielo?,
¿quién vio la espiga de trigo
segarse antes de tiempo?,
¿por qué canta la guadaña
al que siembra con esmero?,
¿por qué el sexo de los ángeles
esta libre del impuesto?,
¿por qué tragan tras sangrar
los despojos del obrero
mientras sirven el caviar
al infame carcelero?,
¿hasta cuándo llorarán
las matrices que no fueron,
las que viven pesadillas
en vez de vivir sus sueños?
¿Cuántas vidas bastarán?
¿Cuántas pagará el dinero?
*
Pronto será la cosecha;
es sólo cuestión de tiempo
que hasta los montes se abajen
para que se alcen los muertos.
No los que están bajo tierra,
esos que siguen viviendo;
las briznas de humanidad
que esperan que sople el viento,
trayéndoles la esperanza
que les brote de los pechos,
los pechos de esas sus madres
que, entre calostros resecos,
como fuente de la tierra
florecerán por los yermos
acariciando la paz,
cubriéndola con sus besos.