¡Magnificente genio, sublime musageta;
las náyades te dieron del verso la saeta
que viste de homérico azur;
fluyendo de tu lira tañidos estelares,
con ecos que resuenan lo mismo que trinares
de tiernos jilgueros del sur!
¡De las floridas rosas que bordan fantasía;
surgieron tus poemas igual que sinfonía
que toca un excelso violín;
y raudos se elevaron tus sueños hasta el cielo;
tejidos en la seda de suave terciopelo
con regio color de jazmín!
¡Se escucha de tus letras la rítmica cadencia,
que esparce sus arpegios con esa efervescencia
igual que sonoro laud!
y se oyen armoniosos magníficos tropeles,
de trovas y romances, sonetos y rondeles
que son del amor un alud!
¡Bogaste por los mares, igual que cisne heleno,
repleto de armonía, vibrante como el trueno
que abriga tu gloria inmortal;
soberbio y melodioso, lo mismo que centella,
tu numen destilaba, la lumbre que destella
sonata perfecta y genial!
¡Paisajes memorables pintó tu magna pluma;
bordados de belleza que al corazón perfuma
con dulces aromas de amor;
trazando tus fonemas con mística textura,
que tiene la mañana con alba fresca y pura
que ofrece a tu canto loor!
¡Por ello tus poemas encierran el misterio,
del estro que manaba las notas de un salterio
tan lleno de hermoso sentir;
que vibra en nuestras almas el gozo que produce,
con esa su ambrosía que atrae y que seduce
y sabe pasión imprimir.
Autor: Aníbal Rodríguez.