Se me antoja imaginar la vida
conversando con el árbol
mientras mira desde lo alto
como sueño en su regazo.
Delgado ciprés,
que tu fina cabeza doblas cansado
antes de alcanzar el cielo bajo el que fuiste plantado,
cómo espada alerta
que escondes verguenzas en una verja alineado
y guardas recuerdos ocultos del campo santo.
Frondoso sauce, llorón
lagrimeando terrarios bajo tus brazos caídos
bailando hasta el suelo como abandonados,
albergue de nidos de mirlo, algún ruiseñor, de jilgueros.
Poderoso pino
cúpula de sombra que aturdes la vida florida bajo tus ramas
lanceando agujas contra la sirga que intrusa quiere dominaros,
indefenso a la oruga que en su copa anida cada Septiembre.
Laureles floridos en días sol temprano
dóciles hermanos con ruda hoja de olor a buen guisado
en mediodias almibarados de risas, buen vino y abrazos.
Castaño incansable que indomable creces
rodeado de setas que adornan tu talle,
siembras de hojas un suelo tunante que tus raices abre
y alojas urracas que alargaran tu paisaje en cada primavera.
Morera verderona que a la luna brillas
saqueada amiga en tardes furtivas, no te mueras nunca
sin darme un capullo de tu seda fina.
Almendro, despues de la helada florido
amigo que regalas pétalos acompañando el paseo,
callado permites rasgarte la ropa con el ocaso
y bañar tu asiento de cascaras rotas.
Olivo sabio, descolorido
símbolo de fe por los caminos, fuente de vida, capricho,
que ofreces quieto tu lustre dorado
manchado de botones, verdes y morados.
¡Cúanto podría imaginar sentada bajo sus brazos!
¡Cúanto podría escribir estando a su lado!
¡Cúantos supiros me habrán regalado
mirándome desde lo alto
soñándoles en su regazo!
Eloisa