MIGUEL CARLOS VILLAR

De cara a Sierra Lora

De cara a Sierra Lora

 

Con timidez,

pero decidida,

empuja la argenta luna

los desgastados

resplandores del sol

a su ocaso.

 

Las encinas,

en su majestuosidad,

presienten escalofríos

de plateada noche.

Sus inquilinas hormigas,

bañadas en cobre,

abandonan las atalayas

en sus altas ramas

y

cosquilleando el tronco,

bajan presurosas a su morada.

La disputa,

si oro, si plata

y

el taconeo al descender,

rompen el silencio

del crepúsculo.

 

El lagarto

vuelve a su

aposento de granito

y

antes que su verde traje

se tiña de plata…

hace un guiño al sol,

bosteza y se adormila.

 

El céfiro hace una pausa

para invertir el termómetro.

 

Compiten las estrellas

en aparecer,

para,

ya

dueñas del azur,

regalar

a la reina de la noche

su parpadeante

mantilla.

 

Dispuestas al descanso

se difuminan las sombras.

 

Los grises del granito

abrazan su entorno

con timidez.

Sus micas,

espejos de eternidades,

rejuvenecen

‘in crescendo’

espiando a la luna.

 

Aves nocturnas

comentan,

aún sudorosas,

el insomnio diurno.

 

Yo…,

conmovido,

restriego mi espalda

contra la tibia pared de la casa.

¡Pirámide en mis pupilas,

felicidad

en mi noche!