Pasarnos la vida cavando un túnel para escapar de los complejos y cuando al fin vemos la luz, salimos por un error de cálculo en el baño del alcaide, que se ve sorprendido entonando el último éxito de Shakira mientras se coloca la peluca, y desde ese mismo momento nos niega cualquier solicitud de mantener un vis a vis con la voz de nuestra conciencia.
Mereces mucho la pena, colega, nos asegura el compañero de celda de castigo, y cuando nos lanzamos a darle un fuerte abrazo, se aparta para aclararnos que se refiere a la pena de cadena perpetua que nos ha caído al dejarnos apresar por el exceso de confianza, más 3 años y un día de agravante por bieninterpretar sus palabras sin darle tiempo a terminar la frase.
Nos engrilletamos a las endorfinas del destino cuando la libertad viene condicionada por valorar el medio antes de perpetrar el fin, respirando cada mañana el paisaje puro del camino. ¿Cómo diablos íbamos a saber que nuestro cuerpo cabía de sobra entre los barrotes si ni siquiera nos dimos cuenta que a través de ellos se veían fluir las aguas cristalinas del tiempo? Y de tanto limar para fugarnos hacia nunca, la vida terminó limándonos a nosotros.