Aléjate de mí, te lo suplico.
No esperes que te crea más tus farsas
ni digas que has cambiado, son palabras,
que nunca son sinceras… ¡Qué martirio!
Los días que duró aquel bello idilio
murieron hace meses en el alma
así, como las hojas marchitadas,
que caen y terminan en olvido.
Disculpa que mi lecho no te ofrezca,
que el nido que vacío tú dejaste
lo tenga ya ocupado hermosa Alondra…
¡Qué canta muy alegre y me apasiona!
Y aquellos tibios besos que hoy recuerdas…
¡Serán solo recuerdos sin pesares!