Le pinté una playa al atardecer,
para que imaginara el ruido de las olas,
cuando golpean las rocas,
y al sol perderse en el horizonte;
pero ella quería una pradera con árboles,
así escuchar el canto de los pajaritos al atardecer;
al final nos quedamos en el desierto,
donde había un silencio total,
allí logramos escuchar el latido de nuestros corazones,
contándose cosas y se hablaban en secreto,
secretos hermosos que solo nosotros queríamos escuchar.