A veces, cansado, aborrezco los alfabetos.
Destino de rufián acanallado, me parecen ser
los escritores de nuestro tiempo. Facilones
de lengua larga y hostilidades desatadas.
Sin mérito alguno, luego, se persignan
ante cualquier templo o iglesia. Pero no
vayan a malinterpretarme: yo me meto con ellos,
sólo para soportarles-.
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