La neblina viene bajando de la montaña.
Desde lejos me escupe sereno.
Envuelve árboles, casas y flores,
devora personas y las devuelve frías.
Se acerca tan rápido como las babosas
que me ha dado tiempo de entrar a casa
y sentarme en el tibio piso de tierra
para poder temblar durante su espesura.
Olvidé cerrar la puerta de madera,
puedo ver cómo entra la neblina;
tan delgada y delicada que cabe en las rendijas,
su belleza me embelesa y me entrego a ella.
Me abraza y me consuela como nadie,
la soledad que sentía corre hacia la luz,
mis heridas están, pero no duelen,
y su humedad refresca el fuego de mi pecho.